Entre los años 1960 y 1980 se produjo una revolución en la forma cómo entendemos la historia andina. Decenas de investigadores, nacionales e internacionales, se sumergieron en archivos y bibliotecas para buscar nuevas evidencias o releer las ya existentes sobre la sociedad previa a la Conquista española así como a la transición hacia las primeras décadas de la nueva sociedad colonial.
Ninguna fuente podía descartarse en dicho propósito: juicios, mitos, litigios por tierra, tradiciones orales, crónicas, keros, pinturas, e incluso los indescifrables quipus fueron escudriñados tratando de que arrojaran nueva información sobre un periodo que había sido reducido a un evento militar y donde la población andina permanecía invisible hasta las rebeliones del siglo XVIII.
Entre los responsables de la nueva visión sobre aquel momento fundacional del país se encontraba, por supuesto, Maria Rostworowski (1915-2016). En los más de sesenta años desde su primer libro sobre el Inca Pachacutec hasta su fallecimiento unos días atrás, Rostworowski se convirtió en una de las académicas más prolíficas del país. Una trayectoria como la suya, tan rica y pionera, es una invitación a repensar su vida dentro de las grandes transformaciones que ha atravesado el país en el siglo XX y los retos que aún tenemos pendientes con miras al Bicentenario este 2021.
Hay tres aspectos que considero hicieron de Rostworowski una de nuestras investigadoras más apreciadas y singulares. En primer lugar, su formación autodidacta. Ante la imposibilidad de demostrar sus estudios previos –Europa se encontraba en guerra–, tuvo que conformarse con ser una “alumna marginal” en la Universidad de San Marcos (El Dominical, 03/08/15). No obstante, pudo escuchar clases y gracias a Raúl Porras, acceder a la biblioteca y aprender la metodología necesaria para escribir el que sería su primer libro. ¿Hubiera sido posible fomentar su curiosidad de autodidacta sin la universidad pública? Lo veo difícil hoy en día.
Ella fue además una de las primeras mujeres en la academia peruana. Debió haber sido muy difícil abrirse campo con voz propia en un medio dominado por hombres; por ejemplo, cuando ella comenzó a publicar, no existía aún el sufragio universal para las mujeres en Perú. Hoy el panorama ha mejorado en las ciencias sociales, pero la brecha de género se mantiene en las ciencias exactas (solo uno de cada tres profesionales dedicados a la actividad científica es mujer, según Concytec).
Finalmente, su obra tuvo un alcance que trascendió el campus de las universidades. Su Historia del Tahuantisuyo es un best-seller de las ciencias sociales, con múltiples reimpresiones, incluyendo esa curiosa forma de homenaje criollo que es la edición pirata. Escrito en un lenguaje sencillo, su obra se aleja de la jerga académica, que en no pocas ocasiones obstaculiza nuestro acercamiento como investigadores con un público más amplio.
Todo ello hizo de Rostworowski una persona e investigadora excepcional. Las muestras y testimonios de aprecio y gratitud hacia ella y su obra con motivo de su partida reflejan la enorme influencia que ha ejercido entre nosotros en los últimos años. Y que seguirá ejerciendo en el futuro.
* Este artículo apareció originalmente en Somos. Revista de El Comercio.