[Review] Citizenship and Political Violence in Peru. An Andean Town, 1870s-1970s

Hacia la década de 1970 y 1980, cuando las ciencias sociales estaban consolidándose en el Perú, quienes las practicaban comenzaron a mirar el mapa y a moverse por diversos lugares del territorio nacional. Ya sea por la naturaleza misma de sus disciplinas, que los empujaba a buscar determinados espacios para hacer trabajo de campo; por el enfoque al que estaban adscritos (formación del Estado, teoría de la modernización, teoría de la dependencia, etc.); o simplemente por lo que implicaba trabajar en un área nueva, los investigadores contribuyeron decisivamente a descentralizar el conocimiento académico.

Como parte de este esfuerzo, establecieron redes internacionales, pero también al interior del país, e impulsaron la aparición de diversas publicaciones académicas así como de ONG que combinaron investigación con proyectos de desarrollo local. El conocimiento del país se hizo más rico y complejo gracias a esta dinámica y abundaron las monografías regionales. Este conocimiento, no obstante, no siempre se distribuyó de manera homogénea. Si bien los centros urbanos fueron los más privilegiados (Piura y Cusco, por citar algunos casos), también se logró que regiones que no habían recibido atención de los investigadores pudiesen ser mejor conocidas.

Tarma es una de ellas, como lo demuestra el más reciente libro de Fiona Wilson, Citizenship and Political Violence in Peru. An Andean Town, 1870s-1970s (New York: Palgrave McMillan, 2013, 229 p.). Wilson llegó a Tarma a inicios de los años 1970, en plena efervescencia de la Reforma Agraria, cuando las haciendas se encontraban cambiando de manos, de terratenientes y administradores a campesinos. La experiencia in situ de cuatro décadas de la autora le ha brindado un conocimiento de primera mano del proceso que vivió la región, ubicada en la parte central del Perú, que comenzó a articularse con el país y el mercado global desde mediados del siglo XIX. Para reconstruir la historia de la región, Wilson ha combinado la observación, entrevistas a diversos actores que tuvieron participación directa en las décadas de 1960 y 1970 y la revisión de los archivos locales y de los trabajos realizados por eruditos locales en años anteriores. Esto ha dado lugar a un trabajo por demás original y que nos puede permitir discutir la pertinencia de conocer mejor la dinámica regional mediante la etnografía histórica en momentos en que el país busca un reacomodo descentralista con autoridades regionales y financiamiento proveniente de la explotación de recursos naturales.

No obstante, antes que ser una historia propiamente regional, Fiona Wilson busca establecer la trayectoria del radicalismo político que surgió en Tarma en el lapso de un siglo y situarlo en el contexto nacional para conocer las peculiaridades del proyecto local y entender sus posibilidades de triunfo y de fracaso, quiénes los llevaron adelante, cómo lograron convocar seguidores y qué ocurrió con dichos proyectos y sus promotores una vez que estos fueron apagándose. La autora comparte asimismo la preocupación de otros académicos por entender cómo se llegó al proceso de violencia política que enfrentó al Estado con grupos terroristas entre 1980 y 2000. Varios estudios sobre este tema se han centrado en el lugar donde apareció Sendero Luminoso –Ayacucho–, así como en la capital del Perú; y solo en los últimos años ha aparecido un conjunto de estudios sobre otras regiones. El caso de Tarma viene ahora a iluminar esta trayectoria con una aproximación en la larga duración y con actores tan diversos como maestros, estudiantes y dirigentes políticos.

El argumento central del libro es que fueron dos los factores que permitieron el incremento de la violencia a lo largo del siglo XX. De un lado, el centralismo como eje de formación del Estado, lo cual llevó a descartar cualquier otra opción que considerase la autonomía regional, como el federalismo y la descentralización. De otro lado, la consolidación de la movilización radical como forma de discrepancia política, organizada desde la oposición en las capitales de provincia. La respuesta del gobierno, al declarar «ilegales» estas expresiones, incrementó la distancia entre el gobierno y dichos reclamos. Wilson sitúa los orígenes de la movilización política y el descontento en Tarma en el último tercio del siglo XIX, cuando el gobierno local (el Concejo Provincial) pasó a ser uno de los principales espacios para canalizar el creciente sentimiento de insatisfacción y búsqueda de autonomía, espacio que ocuparían los partidos políticos, los centros de enseñanza, las instituciones gremiales y/o las agrupaciones armadas en las siguientes décadas.

Los capítulos del libro están organizados cronológica y temáticamente. El criterio que lo recorre es el de presentar los diversos proyectos políticos que emergieron a lo largo de un siglo, por lo cual combina el estudio de instituciones locales (el Concejo Provincial), proyectos intelectuales (indigenismo), partidos políticos (Apra) y gremios (Sutep). Uno de los espacios privilegiados por la investigación es el Concejo Provincial. La ley de municipalidades de 1873 había empoderado a los concejos municipales, asignándoles una serie de atribuciones en temas de educación, higiene, mantenimiento de la infraestructura vial y recopilación de datos estadísticos. En Tarma, estas responsabilidades le dieron al Concejo Provincial y a sus integrantes una autonomía que provocó una doble tensión: primero, con la población –mayoritariamente indígena y a la cual se pretendía aplicar un proceso de modernización vertical–; y, luego, con la capital –que representaba al Estado central–, con la cual se tuvo que competir por recursos, como tierra y mano de obra, en momentos de expansión del aparato administrativo estatal y construcción de obras públicas.

La formación de proyectos políticos en el siglo XX es otro de los grandes temas del libro. Según lo explica la autora, algunos de estos adquirieron un tono de reivindicación étnica, como la Asociación Pro-Derecho Indígena y el Comité Central Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo, mientras otros tuvieron una raigambre más popular, como el anarquismo, que luego fue cediendo paso a los partidos. El análisis de la aparición de partidos en la región (especialmente el Apra y en menor medida el Partido Comunista) y la dinámica entre estos y el gobierno central permite a la autora establecer agudas conclusiones sobre: la dificultad de las ramas regionales partidarias para evitar colisionar con las directrices de su oficina central en la capital; la ausencia de interacción entre Estado y organizaciones políticas por la persecución del primero a las segundas; la capacidad de penetración de los actores políticos; y las estrategias de las personas para moverse de un proyecto político a otro cuando alguno de estos fracasaba.

Estos proyectos solían ser presentados en términos de la cultura y las costumbres locales, especialmente los originados a partir del estudio del folclore y el indigenismo. En este punto, no estoy muy convencido del vínculo sugerido por la autora entre el mensaje de un mundo invertido que presentaban los carnavales y los objetivos que perseguía la izquierda radical (p. 116-117). Me parece que se necesita una explicación más detallada para sostener esta transición, que de ser cierta hubiese alimentado eventos de abierta rebeldía mucho antes de los maoístas en los años 1960. Asimismo, como lo han señalado varios estudiosos de estas prácticas populares para otras épocas y lugares, los carnavales bien pudieron haber servido como una válvula de escape antes que como una incitación a la violencia, abierta o sutil.

El libro ofrece un panorama bastante rico de la historia política y cultural de Tarma, una región de la cual sabíamos muy poco hasta ahora. La diversidad de temas abordados por la autora, que dialogan a lo largo de los nueve capítulos, hace difícil que podamos discutirlos a cabalidad en una reseña. A manera de sugerencia, considero que una posible manera de cerrar el libro hubiese sido con la inclusión de un epílogo sobre la región durante el periodo de violencia política. Ello hubiera permitido comprender, en su total dimensión, la peculiaridad de dicho espacio en una coyuntura como la del periodo 1980-2000 y hubiera servido de contrapeso a la narrativa ofrecida por el «Informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación» sobre la expansión de la violencia en el país. Sin embargo, este final abierto no debe verse como un demérito del libro, sino como una invitación para que otros investigadores realicen sus propias pesquisas sobre el pasado reciente de Tarma apoyándose en lo hecho por Fiona Wilson. Como ya sugerí líneas arriba, Citizenship and Political Violence in Peru es un libro importante en muchos sentidos y contribuye a nuestro conocimiento de las dinámicas regionales en un marco temporal amplio.

 

La reseña apareció en Apuntes. Revista de Ciencias Sociales, n. 75 (2015): 255-7. El libro puede ser consultado en Google Books en este enlace.

El Instituto de Estudios Peruanos ha publicado la versión en español de este libro como: Ciudadanía y violencia política en el Perú: una ciudad andina, 1870-1980. El libro se presenta el 3 de febrero.