[Review] Alberto Flores Galindo. Cartas de Francia, 1973-1974

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Lo primero que llama la atención luego de leer las cartas que Alberto Flores Galindo le enviara a su colega y amigo Manuel Burga desde París es cómo alguien que supo dotar de una sensibilidad muy particular a los personajes que estudiaba —Gabriel Aguilar, José Carlos Mariátegui y José María Arguedas, entre otros— haya evitado transmitir sus emociones por medio de sus escritos, reservando aquellas para la que sería su carta de despedida, escrita poco antes de fallecer en 1990.

Cartas de Francia, 1973-1974 se suma así a In Search of an Inca. Identity and Utopia in the Andes (Cambridge: Cambridge University Press, 2010) —la versión en inglés de Buscando un Inca— y a los homenajes por los veinte años del fallecimiento de Flores Galindo, lo cual ha confirmado la vigencia de su obra en el Perú y el extranjero. El libro contiene diecisiete cartas redactadas en París en un lapso de medio año entre diciembre de 1973 y junio de 1974, las cuales son acompañadas por fotografías (algunas provenientes de su archivo personal), que lo muestran durante su estancia europea. El contexto en el que Flores Galindo escribe estas cartas es estimulante. Cinco años después de Mayo del 68, como lo menciona Cecilia Rivera en el texto introductorio, la política aún estaba presente en el ambiente parisino, aunque replegada a los espacios académicos y ya no bajo la forma de protestas similares a las que habían paralizado Europa y parte del globo. El momento era propicio para que un estudiante inquieto en lo académico y lo político sacara provecho de la oferta cultural de esos años. La historiografía francesa era la que dominaba el mundo con el grupo de los Annales y Fernand Braudel a la cabeza. En el Perú, el sesquicentenario de la independencia aún seguía gravitando y planteando más dudas que certezas sobre la naturaleza del proceso emancipador.

La correspondencia permite conocer que la tesis doctoral de Flores Galindo trataría sobre la rebelión de Túpac Amaru y no acerca de Lima en la transición de la colonia a la república. Su proyecto inicial se inserta así en la encrucijada historiográfica del interés por la descolonización, los sectores populares, el campesinado, las rebeliones y el ya mencionado sesquicentenario. Sin embargo, su investigación daría un vuelco y terminaría siendo un análisis de la independencia en la capital en lugar de la rebelión ocurrida en el Cuzco. Sabemos que llegó a avanzar este último tema, al cual le dedicaría dos capítulos de Buscando un Inca, una compilación publicada en 1976 (Tupac Amaru II. Antología) y otros artículos ese mismo año. Para el bicentenario de la Gran Rebelión, en 1980, Flores Galindo ya había publicado un estudio sobre Mariátegui (La agonía de Mariátegui) y otro acerca de las primeras décadas del siglo XX, con Burga (Apogeo y crisis de la República Aristocrática). Posteriormente, su interés por la Gran Rebelión competiría o sería desplazado por otros que requirieron su atención inmediata, en medio de la caótica segunda mitad de los años ochenta en el Perú (Tiempo de plagas).

Asimismo, estas cartas nos brindan información sobre la comunidad de historiadores peruanos en París. La de esta ciudad fue una de las comunidades más activas, que precedió a la que luego se formaría, por ejemplo, en Nueva York (Universidad de Columbia & Stony Brook State University). A su vez, los historiadores peruanos que estudiaban en París sirvieron como mediadores entre las novedades de la historiografía francesa de los Annales y de otras corrientes europeas, y sus pares locales. Esta comunidad peruano-parisina vería reducido su número en los años ochenta con el agotamiento de los aportes de los historiadores franceses, así como por el surgimiento de la academia norteamericana y, en menor medida, de la británica y la mexicana, que comenzaron a captar estudiantes ofreciendo becas que ya no daba el gobierno galo, a la vez que formaban especialistas en el mundo andino con nuevas perspectivas de estudio.

No obstante, las cartas no se limitan a preocupaciones académicas. La correspondencia permite entrever los problemas propios de quien estudia en el extranjero, algunos de los cuales subsisten hasta nuestros días. Entre ellos, cabe mencionar los apuros económicos y la soledad. La ajustada condición de becario llevó a Flores Galindo a realizar trabajos adicionales que le permitieran costear los materiales para su investigación, a lo cual se sumó la preocupación por un incierto futuro laboral una vez que regresara al Perú. Pero es la sensación de soledad la que se impone en casi todas sus misivas. En una época en la que no existía la Internet, las cartas eran la única forma de establecer un contacto fluido con los amigos y colegas, en un ritmo mucho más lento al que estamos acostumbrados hoy en día. En repetidas ocasiones, Flores Galindo se quejó —a veces en términos muy duros— de que sus amigos no le escribieran. Ello le provocó una depresión que buscó paliar intensificando su relación con Burga, al punto que en un momento determinado llegó a enviarle hasta cuatro cartas en una semana, cuando lo normal era hacerlo cada diez días y solo luego de recibir la respuesta desde Lima.

Un tercer tema, no menos importante, fue el de su inseguridad frente al oficio de historiador, sobre lo cual volvería a lo largo de su producción académica. La frágil situación personal que padeció mientras estudiaba en el extranjero lo empujó a cuestionar la utilidad de su elección profesional, lo cual no es extraño entre quienes se encuentran en circunstancias similares a las que hemos descrito. Al mismo tiempo, la urgencia por hacer de la historia una herramienta al alcance de los sectores populares llevó a Flores Galindo a impulsar la «historia desde abajo» y centrar su atención en los obreros y campesinos, en una coyuntura en que la «historia de los vencidos» (citando el texto de Nathan Wachtel), la historia social marxista británica y libros como el de Jean Chesneaux, ¿Del pasado hacemos tabla rasa? (publicado originalmente en francés en 1976), invitaban a los investigadores a rescatar el rol de los marginales y asumir un compromiso con los movimientos sociales de entonces.

Dada la acogida que la publicación de Cartas de Francia ha tenido en el público en general, lo más probable es que se realice una segunda edición, por lo cual quisiera hacer algunas sugerencias. En primer lugar, si bien la actual, realizada por el compilador, ayuda a contextualizar y entender el contenido personal de las misivas, considero que hay anotaciones adicionales por incluir, así como erratas que deberían ser corregidas. En segundo lugar, sería necesario establecer un criterio determinado para la transcripción y anotación de las cartas. En tercer lugar, dada la cantidad de información que brindan estos documentos, incluir un índice onomástico al final del volumen sería de mucha utilidad. Finalmente, se podrían adjuntar los facsimilares de las cartas o publicarlos en una página web, al igual que las fotografías de su archivo personal. Por supuesto, estas sugerencias no desmerecen el valor intrínseco de la compilación, que es poner en nuestras manos documentos personales de uno de los pensadores latinoamericanos más influyentes del siglo XX. Esperamos que la acogida que ha tenido este volumen sea un estímulo para que se continúe con la publicación de sus escritos.

 

Esta reseña apareció originalmente en Histórica, vol. 34, n. (2010). Histórica es la revista de Historia del Departamento de Humanidades de la PUCP.

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