Comandante. Hugo Chavez’s Venezuela, escrito por Rory Carroll (New York: The Penguin Press, 2013, 294 p.), aparece en un momento crucial de la historia reciente del país. Después de varios meses de rumores sobre el delicado salud de Chávez, y de una accidentada campaña electoral que le permitió la reelección, su muerte ha dejado al país en una situación de limbo, por más esfuerzos que el delfín del régimen, Nicolás Maduro, realizara para llenar el vacío dejado por uno de los líderes más controvertidos de América Latina en las últimas décadas.
Carroll, quien se desempeñó como corresponsal en Caracas para el diario británico The Guardian, ha escrito una crónica donde busca explicar el fenómeno de la V República Bolivariana, combinando entrevistas, perfiles, impresiones personales y material bibliográfico. Su obra se suma a una creciente bibliografía que aspira a capturar la compleja relación entre la aparición y llegada al poder de Hugo Chávez y el proyecto ideológico que busca convertir a Venezuela en una suerte de socialismo bolivariano, sucesor de Cuba y eje regional de la Nueva Izquierda, con ramificaciones en Centro-América y América del Sur y aliados en Irán y Rusia.
El libro está dividido en tres partes (“Throne”, “Palace” y “Kingdom”) que siguen el sinuoso ascenso al poder de Chávez y sus intentos por mantenerse ahí. El eje conductor del libro es la estructura de poder de la República Bolivariana, la cual -como es predecible- se encuentra inevitablemente influenciada por las decisiones personales de Hugo Chávez, actor central del libro en tanto lo ha sido de la historia reciente del país en los últimos veinte años. Si bien Carroll ofrece una serie de pistas para poder desentrañar la personalidad del caudillo, no es este su principal objetivo, considerando además que muchos de los estudios u obras similares hacen recaer la política del país en base al estudio del Comandante. Se trata de un problema común a la literatura en torno a los regímenes personalistas que han abundado en la región, y que hacen descuidar otros de carácter estructural o alejados de los centros de poder, en este caso, del Palacio de Miraflores en Caracas.
Por supuesto, no toda narrativa debe abarcar todos estos planos, y en el caso específico de Comandante, hay un aspecto en particular en los cuales Carroll hace un estupendo trabajo, al ofrecer un retrato de grupo del entorno de Chávez. Este acercamiento cobra mucho mayor interés, ya que con la muerte del Comandante, la gran interrogante es si el proyecto bolivariano podrá mantener continuidad. Hay una característica que destaca en el entorno de Miraflores: su heterogeneidad. Algunos permanecieron con él hasta el final, o fueron retirándose al encontrarse en desacuerdo con el régimen. A estos últimos, considerados como “traidores”, no siempre les fue bien y tuvieron que soportar el ataque de los medios afines al Gobierno o soportar acusaciones falsas para acallarlos, como ocurrió con Guaicipuro Lameda, ex-Presidente de PDVSA, Petróleos de Venezuela; legisladores como Luis Tascón, reivindicado luego de fallecer en el ostracismo víctima de cáncer de colon; o Raúl Baduel, antiguo secretario personal de Chávez y luego sentenciado a ocho años de prisión.
El origen de este grupo es variado, como ya lo hemos señalado. Hay quienes provenían, como su líder, de las Fuerzas Armadas. Pero poco a poco se fueron sumando un grupo variopinto que incluía desde tecnócratas y periodistas hasta modistos de alta costura y adivinos. De esta jungla política, Carroll logra retrata de manera magistral a un grupo en especial –los ministros– y las habilidades que necesitaban para sobrevivir: un delicado balance entre la quietud y la acción, la adulación y, por último, la habilidad para adaptar sus rostros frente a la televisión o ante la mirada de Chávez. Solo considerando que el chavismo exhibía una compulsión por crear ministerios para pretender solucionar los problemas del país, algunas cifras nos pueden explicar la importancia que este grupo de funcionarios adquirió: aproximadamente 180 ministros para los 30 ministerios que fueron abiertos.
Donde menos hace énfasis el libro es en cómo esto afecta a las personas comunes y corrientes. Uno de los argumentos más utilizados para rebatir las críticas al modelo chavista y su evidente perfil autoritario es el de los supuestos beneficios (en salud, educación, vivienda) que la Revolución Bolivariana habría provocado en los sectores menos favorecidos. Se trata de un argumento ya utilizado antes, para todo lector familiarizado con la bibliografía sobre la Revolución Cubana, y que contrapone el perfil autoritario con índices de bienestar, los cuales volvieron a ser puestos en tela de juicio tras la muerte de Chávez. El libro recoge algunos testimonios que permiten conocer indirectamente cómo el régimen ha afectado la vida de las personas de sectores populares, en base a su alineamiento político o no con la Revolución, como la facilidad para obtener trabajo si su nombre está en la “Lista Tascón” de quienes no apoyaron al gobierno en el referéndum de 2004.
Comandante es un libro ágil, que utiliza los mejores recursos de la narrativa periodística. Hubiera sido interesante conocer un poco más del pasado de Venezuela, para no asumir que Chávez era una consecuencia lógica de la incompetencia (quizás) de los gobiernos anteriores ni el cumplimiento teleológico de la desigual distribución de recursos en este emporio petrolero. Pero el enfoque de Carroll compensa estos vacíos para entregarnos una narrativa personal y tratar de entender lo que han significado trece años de “socialismo del siglo XXI” en el país.
Esta reseña apareció publicada en Tiempo Histórico, n. 5 (2012).